(Note: iPad photography)
Apenas caída la noche, en aquella casa comenzaba la danza de los fantasmas,
aquella de los que habían sido otrora sus habitantes.
Puertas que se golpeaban, martillazos, susurros, quejidos de amor o de rabia,
algún grito exasperado y el olor, ese olor inconfundible de los fantasmas.
Se asentaban en el sueño como moscardones impertinentes y no te abandonaban
hasta las primeras claridades del día.
Pero comencemos por dejar las cosas claras: la casa no era una casa clásica.
No tenía techos, ni ventanas, ni puertas, ni vestíbulos. Sólo sus ruidos.
Era una idea con forma de casa.
Me había acostumbrado a ella cada mañana, entre mate y mate
y hasta me contrariaba que a la alborada, desapareciera, como siempre sucedía.
Es triste vivir solo.
Quiero decir solamente atado a la realidad de los días que se nos van, uno tras otro,
como los peldaños de una escalera que alguna vez subimos y ahora bajamos.
Pero, ¿hay algo mejor que una idea que se nos prende como un abrojo
y nos ayuda a entibiar la soledad de las noches?
¡Pucha, si hasta da rabia despertarse!
Uno, por ejemplo en esa casa podía toparse con el inocente Platero y sus orejas,
o temblar como un niño con el profesor Moriarty,
o volver a pescar en el río con Huckleberry Finn.
Podía volver a ver a los mansos abuelos jugando a las bochas en el Parque Rodó,
a las abuelas con sus grandes anteojos siempre atentos, o sumergirse de lleno
en los mares sin fin de Sabatini o Verne.
Era una casa de grandes variedades, de reflejos sin tiempo y de sabores sin fin.
Por eso, hoy, cuando veo que se agitan tantos fantasmas en la vida de la gente común:
el fantasma banal del orgullo, el fantasma siniestro del odio, el fantasma sin alma del desamor, el fantasma negro de la guerra, el fantasma oscuro de la pobreza y la desesperación; los fantasmas mentirosos de la ambición que agitan diariamente ante nuestros ojos los dueños de este mundo de papel y tinta, de homenajes y denuestos, de hipocresía correcta, de poesía hundida en la basura, deseo con el alma que llegue la noche para visitar a mis queridos fantasmas de siempre, los que nunca se aprovecharon de mí, sino que me enriquecieron con sus susurros, sus quejidos de amor o de rabia, sus martillazos, sus gritos y sus olores tan diferentes que me adormecen y me llevan flotando hacia las utopías.
¡Pucha, si uno quisiera no despertar jamás!
Poema en prosa de Carlos V. Gutiérrez (Uruguay)
Como siempre, Manuel un gran fotógrafo, pero creo que también eres un inteligente y astuto, "titulador", el título o comentario en cada foto redondea el concepto adecuadamente.
ResponderEliminarotro tema, ¿Cómo es eso de en la vida se hace experiencia o dinero? ja ja, me ha tocado hacer experiencia, y las veces que hice algún dinerillo se me fue rápidamente!!!!
...y creo que para los pibes jóvenes mi experiencia vale muy poco!!!!
un abrazo y buen fin de semana!!!!
Confirmas la teoría, Roberto.
EliminarY recuerda, la experiencia sólo le sirve al que la hace. No es transferible.
Ya sé, a veces ni eso...
Como dijo un filósofo que no recuerdo (¿Petronio, tal vez?) "Fui rico, fui pobre. Ahora sé. Rico es mejor."
Abrazos totales.
Los peoresfantasmas, los más peligrosos, son los que se llevan por dentro.
ResponderEliminarLa imagen me produce una enorme sensación de inquietud
A mi también...
EliminarMás porque no sé dónde anda la mano que falta.
Abrazos totales, Neo.