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“Para mí ya está atardeciendo y sé casi con certeza que voy a durar poco ya; por tanto tengo que decir a Cristo, que pasa por la vida de todo hombre disfrazado de pasajero y haciéndose el apurado, como los discípulos de Emmaús: “Quédate conmigo, Señor, porque ya anochece”.”
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Pasaje de: Castellani, Leonardo. “Psicología Humana.”

lunes, diciembre 08, 2014

La eterna y oscura Dama



Noche

La noche nunca fue mi amiga.


Con su oscuridad como escudo, se divierte perversamente poniendo frente a mis ojos imágenes, ideas y pensamientos que me quitan el sueño.

Dama de oscura mirada que goza de una manera insana, cruel, susurrando en mi oído mensajes pavorosos como pesadillas con demonios carnívoros, tristes mensajes en forma de famélicos niños con hambre de varias semanas, desesperanzados mensajes de muertos en vida. Que son los más temibles, pues los muertos en muerte, aunque descarnados y esqueléticos, bien muertos están y ya no molestan ni atemorizan a nadie. Sólo a los que tienen la conciencia sucia. Viéndome sudar de frío pavor, la bella Dama de pálido rostro y negro vestido, dulcemente me sonríe.

La noche, esa Dama oscura y lánguida que me abraza cada vez que se apaga el día, aprieta tanto sus brazos alrededor de mi cuerpo, que me quita el aliento. Cada vez que llega a hacerme compañía, pretende exprimir mi alma, como asfixiante mortaja. Me recuerda dolorosamente, susurrando quedamente en el silencio de mi cuarto, que todo es efímero, que todo se acaba, que no hay más allá, final absoluto. Camino de una sola dirección, sin retorno posible, la vida fluye hacia la nada, oscuridad total y silenciosa.


La única forma de no caer en ese oscuro abismo que pone a mis pies, cada noche, sin pausa, cada 24 horas, de forma irremediable, esperando que alguna vez me deje ir, me deslice lentamente en el vacío eterno para por fin y definitivamente abandonar todo pensamiento, vaciar mi mente de la última esperanza, es paradójicamente, aferrarme a ella, fría Dama vestida de negro de pies a cabeza, húmeda y resbalosa. Sentir mis manos que se crispan al asir su delgado cuello, abrazarla con todas mis fuerzas para no caer al vacío, trenzar mis piernas como un luchador que no quiere ser derrotado por su rival, descomunalmente más poderoso, rogando a todos los dioses que antes de perder la fuerza, llegue la claridad una vez más para llevarse a esta terrible Dama. Conseguir un nuevo día de tregua, aunque sea una desesperante espera, sabiendo que la oscura y lánguida Dama de la noche volverá en cuestión de horas, inexorablemente. Irremediablemente.


Vendrá la negra Dama una noche más a aterrorizarme con sus tenebrosos sueños, pero ya no estaré cuando ella llegue. Faltaré a su cita.


Manuel Ameneiros
México, Diciembre 2014