.
.
“Para mí ya está atardeciendo y sé casi con certeza que voy a durar poco ya; por tanto tengo que decir a Cristo, que pasa por la vida de todo hombre disfrazado de pasajero y haciéndose el apurado, como los discípulos de Emmaús: “Quédate conmigo, Señor, porque ya anochece”.”
.
Pasaje de: Castellani, Leonardo. “Psicología Humana.”

martes, agosto 31, 2010

Para mis amigas y amigos POETAS, del libro "Nada del otro mundo y otros cuentos" de Roberto Fontanarrosa

RESERVA NATURAL DE PALMA DE MALLORCA


Posiblemente sea esa recóndita sensación de despojo ante las cosas que, indefectiblemente, se pierden, lo que me haga recordar cada tanto el día en que mi tío Enrique me llevó a ver a los poetas en la reserva natural de Palma de Mallorca.
Mallorca tiene un clima envidiable por lo estable y cordial durante todo el año, y es por eso que la maravillosa isla fue elegida para sentar en ella una reserva natural de especies en peligro de extinción.
La reserva, obra incluso como paso intermedio de adaptación climática para animales que son trasladados desde África a zoológicos de Europa. Posiblemente mi tío no había elegido la mejor hora para llevarme a visitar el vasto parque, dado que era la siesta y las bestias habían sido alimentadas poco tiempo antes, lo que las impulsaba entonces, lógicamente, a buscar el reparo de la sombra en procura de un sueño que facilitase la digestión.
Recuerdo que yo tenía 22 años e íbamos en una camioneta Seat, que manejaba Enrique.
Cuando nos franquearon la amplia empalizada de la entrada, se acercó a nosotros el jefe de los cuidadores, un mallorquí que conocía a mi tío y, por lo tanto, no le cobraba la entrada. La reserva es una atracción turística; pese a ello lo recaudado por la venta de entradas no cubre ni siquiera la comida de los leones.
El amigo de mi tío repitió las indicaciones de rigor: que no nos bajásemos del coche, que no abriésemos las ventanillas ante la proximidad de los elefantes (estos insisten en introducir sus trompas en los coches buscando alimentos en la gaveta) y que no arrojásemos alimentos a los monos aunque estos chillasen hasta el paroxismo. Cuando el amigo de mi tío comenzó a explicarnos el comportamiento que debíamos guardar en el caso de ser embestidos por los rinocerontes y mencionó algo referido a la virgen de la Macarena golpeteando rítmicamente su pierna de aluminio, optamos por pedirle que viniese con nosotros.
El hombre, Esteban, se llamaba, nos fue detallando pacientemente los lugares por donde pasábamos, nombrándonos árboles que nos eran desconocidos e imponiéndonos de usos y costumbres de las familias de animales que veíamos a la vera de los estrechos senderos de la reserva.
De cuando en cuando saludaba a algún mono agitando una mano, respondía al barritar de un paquidermo con un asentimiento de cabeza o bien presentaba con un: "Ahí está el Pedro" la figura enhiesta y atenta al paso del coche de un mochuelo. De pronto dijo: —Oye, Enric, tira a la derecha, que han llegado unos nuevos.
—¿Qué son? —preguntó mi tío en tanto doblaba.
—Un casal de poetas con sus crías, —dijo Esteban.— Son muy bonitos. Muy bonitos...
—Y... ¿Cómo son? —apuró mi tío.
—Hombre, que no lo sé —pareció ofuscarse Esteban. —Te digo que son nuevos.
Anduvimos un trecho más y de pronto Esteban señaló entre unas matas, junto a unas palmeras.
—Ahí están. —Nos ordenó ir despacio.— Se asustan de nada —informó.
Detuvimos el coche a unos cinco metros de la familia. El macho estaba sentado entre los pastos pero se incorporó al vernos. Por un momento pareció que iba a huir pero luego se apoyó contra una de las palmas y nos observó con detenimiento. No había temor en sus ojos, sino una suerte de desparpajo. Tenía ojos muy profundos, oscuros, ensombrecidos por la pelambre que le cubría la cabeza. El pelo le crecía también en casi toda la cara pero, a diferencia de los mandriles, no cambiaba su color sobre la nariz. Saboreaba lentamente una brizna de hierba. Me impresionaron las manos delgadas y nerviosas, como las de un lemúrido. Dos metros más atrás, entre pastizales más altos, se hallaba la hembra, recostada en el suelo. También había fijado la vista en nosotros, pero en sus ojos se notaba la dilatación fruto del miedo y la desconfianza. Las aletas de su nariz se ensachaban, venteándonos y envolvía con sus brazos a la cría menor, otra hembra. Esta cría no nos prestaba atención. Garrapateaba trabajosos dibujos en un trozo de papel con un lápiz.
—Se la pasan escribiendo —murmuró Esteban. Luego señaló los pastos, junto a las hembras:
—Han estado comiendo —dijo.— Se veían restos de galletitas, panes, algo de salame, trozos mordisqueados de cáscara de queso y hasta colillas de cigarrillos.
—¿Fuman? —pregunté.
—¡Uhh!, —graficó Esteban agitando los dedos de una mano— como murciélagos.
Rebusqué en mis bolsillos por mi atado de cigarrillos.
—No —me detuvo nuestro guía.— Ahora no. No hagas ningún movimiento. La hembra es muy peligrosa cuando está con las crías.
Permanecimos unos momentos en silencio, contemplando la escena.
—Comen poco —pareció afligirse, de pronto, Esteban. —Y el problema será el otro —agregó al punto— el machito.
—¿Dónde está? —buscó con la mirada mi tío apoyándose más aún sobre el volante.— A ése sí que no lo veo.
—Más a la derecha, hacia atrás —señaló Esteban.— ¿Lo ves ahora?
En efecto, casi invisible por su inmovilidad, semioculto por unos arbustos que le daban sombra, divisamos, sentado, un macho joven. En posición de loto, se lo advertía pensativo, perdida la vista en el infinito.
—¿Qué pensarán estos bichos, no? —murmuró Enrique. Nos reímos apagadamente.
—¿Y por qué dice usted que será un problema? —requerí yo a Esteban.
—Para cruzarlo. El mister ha hablado ya con un zoológico de Amberes. Le han prometido mandar una hembra para dentro de dos meses. Es una de las pocas que quedan. Cuesta una fortuna. Habrá que pagar seguro... hombre... tú sabes... Y es un riesgo...
—¿Por qué?
—Buenos, son frágiles —frunció la cara Esteban.— Son frágiles. Delicados. Se mueren de nada. Les sienta mal el aire y... hala... que se mueren. O el agua misma. O extrañan, no se adaptan.
Continuamos observando el cuadro familiar, que no había cambiado su disposición, y parecía un pesebre viviente.
—Luego... —agregó Esteban—... tienes que esperar que se gusten. Pues tienen sus remilgues. Si no congenian... No son burros, no. Que se follan hasta los árboles si pueden.
—¿Vamos? —preguntó mi tío, algo aburrido. — Asentimos en silencio. Cuando arrancamos Esteban señaló junto al sendero, con fastidio.
—¡Cómo dejan esto de papeles, hombre! —rezongó.
—¿Viene mucha gente a verlos? —pregunté cuando ya nos alejábamos.
—Por ahora, no mucha, —ilustró Esteban— porque hace poco que los han traído y no hay mucha gente que lo sepa. Pero vendrán a montones, te lo aseguro. Son una rareza. Oye, casi no quedan. Hay muy pocos.
—¿Y cómo es que se han extinguido?
—Como tantas otras cosas —se encogió de hombros, sabio, Esteban.— No se adaptan a los cambios. O los persiguen. Los cazan.
—¿Y para qué los cazan? —pregunté, ya temiendo ponerme pesado.
—¿Tú lo sabes? —me miró el mallorquí.— Yo tampoco.
—Son lindos —agregué, a manera de cierre.
—Hombre, "lindo" —por primera vez sonrió Esteban.— Suena gracioso. "Lindo."
—Se usa por "bonito" —le informó Enrique.
—Es claro. Ya lo sé. Ustedes, los argentinos, lo usan. "Lindo."
Se quedó un rato en silencio, contemplando la floresta de la reserva que escapaba a ambos lados de nuestro coche.
—Canarios. Parecen canarios cuando hablan —dictaminó.






viernes, agosto 27, 2010

Hi-Tech Hi-Touch









                                           ... Me sigo quedando con la comunicación directa...

Julio Antonio Corigliano - Poemas inéditos (2)

... y aquí les dejo el segundo:


 2.

Supiste así
de la muerte

cuando
no podías
caminar
como
antes
por la playa
solitaria

cuando
no podías
hendir
el viento
pisar
la arena
sentir
el agua

cuando
no dejaban
huellas
tu ligeras
pisadas

cuando
tu querida
sombra
ya no te
acompañaba

supiste así
de la muerte
cuando
los pájaros
como la luz
te atravesaban

y entonces
dejaste ir
las nubes
con tus manos
dejaste
entre
la espuma
tus labios
y entre
caracoles
y almejas
la memoria
de tus años

y que la sal
y el yodo
te llevaran


dejaste
en las orillas
tu esperanza


y que fuera
azul el cielo
y tu mirada


extendiste
tu corazón
como un ala
de agua


supiste así
de la muerte
y del último
deseo del alma:

ser el mar
en la mañana




agosto 2010


miércoles, agosto 25, 2010

Julio Antonio Corigliano - Poemas inéditos (1)

Acabo de recibir de mi amigo Julio, desde Buenos Aires, sus dos más recientes poemas (fresquitos, recién escritos), los cuales me gustan mucho. Comparto con ustedes esta primicia. Aquí les dejo el primero...   

1.

No temas

la muerte
vendrá
una noche
bajo estas
mismas
estrellas

y el amor
que ya
conoces
estará
muy cerca

habrá
un aire
dulce
entre
las hojas
y a tu lado
una
mirada
serena

y cuando
las nubes
viajen
a las
sombras
sentirás
la mano
firme
que no
abandona

No temas
serán
las mismas
estrellas

y el amor
que te
despida
será
el amor
que te
espera



agosto 2010

 

sábado, agosto 21, 2010

Vejez - amargados o felices

Expandiéndome un poco en el tema de la vejez de mi post anterior, les comento que he obtenido mi propia conclusión, basado en ciertas experiencias. Desde mi infancia, había observado que básicamente los viejos se dividen en dos grupos muy marcados, a saber: los amargados y los felices. Podría utilizar otras palabras, pero encuentro que éstas son suficientemente descriptivas.

Los amargados siempre están de mal humor, criticando desde el gobierno hasta al nietito, pasando por el tiempo, el barrio, los hijos, el vecino, los niños que juegan afuera, el ruído, el reuma, la gripe, los precios, el frío, el sol, el gato, el perro, en fin, la lista sería interminable, así que para resumir, baste decir, absolutamente todo.
Los felices, siempre están sonriendo, nunca se quejan aunque estén enfermos, o solos, siempre están dispuestos a ayudar, a quedarse a cuidar los nietos, conversan con los vecinos... También en este caso la lista sería muy larga, así que abreviando, todo lo contrario a los primeros.

Entonces me preguntaba ¿por qué sucede ésto? ¿por qué esta marcada diferencia? ¿cuál es su causa, su origen? Y tuve una experiencia iluminadora. Corría el año 1978 cuando recién casados, mi esposa y yo fuimos a Bariloche (clásico ¿verdad?) en un mes de noviembre. Casi veranito. Como corresponde, subimos al cerro Catedral para desde allí admirar toda la cordillera y el lago Nahuel Huapi allá abajo. Arriba, en el cerro, había (supongo que todavía está) un parador, muy "suizo", es como una cabaña de esas que ves en las películas. Afuera, a los lados de la entrada había unas bancas de madera, recostadas a la pared, también de maderas, del parador. Sentado en una de ellas, había un viejito, arropado, con su gabán con cuello de piel bien cerrado, gorra a cuadros y guantes de cuero -lo recuerdo como si fuera hoy- con la mirada en la lejanía, donde ya el sol casi se ocultaba detrás de las montañas nevadas, iluminando de ese color tan especial en esa hora, como entre dorado y rosa, a la superficie del lago. Pasamos a su lado y el viejito ni parpadeó, siguió mirando lejos con una hermosa sonrisa en sus labios. Sólo. Sonriendo.
Me detuve a su lado, sorprendido, y le dije:
- ¿Qué hace aquí sólo, abuelo? Y en qué estará pensando que sonríe tanto ¿eh?
El viejito, con sus cachetes rosados, más por el frío que ya hacía, su pelo blanco saliendo a mechones debajo de la gorra, volvió a la realidad, con un casi imperceptible sobresalto. Con sus ojos azules, aún reflejando otro mundo, otro tiempo, me miró y sonrió aún más ampliamente. Amablemente, dulcemente podría decirse, siempre sonriendo me dijo:
- Mis hijos y nietos están adentro. Me quedé aquí, recordando... Es que yo soy suizo ¿sabe?. Mis padres me trajeron a Argentina cuando yo era todavía un jovencito. Apenas dieciséis años tenía. Vivo en Misiones y siempre había escuchado que esto era como Suiza. Y sí, esto me recuerda mucho a mi país, a mi pueblo. Me quedé recordando como allá, hace muchos años, a mis decieséis, tenía una novia muy linda, a la que ya no vi nunca más. Y me estaba recordando de ella, como si fuera hoy... Sí, este lugar es muy parecido a aquél lugar.

Y en ese momento entendí las causas, los orígenes de las dos categorías:
La primera, la de los viejos vacíos, sin vivencias, grises, cargados hasta el desborde de la rutina, sin recuerdos, sin nada que compartir, nada que contar, nada que soñar, nada que revivir. Amargados.
La segunda, la de los viejos plenos, vividos, colmados de experiencias, de alegrías y tristezas (siempre hay), de buenos y malos momentos, con la paz que da la tarea cumplida, aún sobrados de amor, llenos de recuerdos... Felices.





jueves, agosto 19, 2010

Optimismo





"En primer lugar, ¿no es cierto que la infancia, los primeros años del hombre, es la más alegre y encantadora de todas las edades? Se ama a los niños, se les besa, se les
abraza, se les acaricia, se les mima; hasta un enemigo es capaz de correr en su ayuda.
¿Cuál es la causa? Sencillamente que desde su nacimiento, la naturaleza, madre previsora, los ha rodeado de una atmósfera de locura que hechiza a los que les educan, les libra de sus preocupaciones y atrae hacia esos pequeños seres la protección que necesitan.

En la edad que sucede a la infancia, ¡qué encantadores son a los ojos de todo el
mundo! ¡Con qué solicitud nos apresuramos a favorecerlos, ayudarles, socorrerles! ¿Quién les concede a esos jóvenes en esa edad maravillosa la sabiduría inoportuna prodigando sobre ellos el seductor encanto de los placeres? Y por último para que no creáis que no son más que fantasías mías considerad a los hombres ya adultos, que la experiencia y el estudio comienza a convertir en sabios; de pronto, la belleza comienza a esfumarse, la alegría se extingue, las fuerzas disminuyen, la gracia desaparece; a medida que se alejan de mí, la vida les abandona cada vez más hasta que al fin llegan a esa malhumorada vejez que es una carga para ellos y para los demás."

Fragmento de "Elogio a la locura" de Erasmo de Rótterdam

martes, agosto 17, 2010

Malos días y espacios virtuales








Hoy estoy en un mal día. Es uno de esos días en que todo sale mal, todo va a "contrapelo", sacando chispas al frotar la realidad con lo que uno desearía que esa realidad fuese. Es difícil tratar de cambiar este tipo de día. Cuanto más te esfuerzas en mejorarlo, más te hundes en los problemas, como arena movediza. Y llueven los golpes, desde los seis puntos cardinales; te esquivas uno apenas y recibes dos impactos, ganchos potentes a una mejilla y a la otra, sin siquiera darte tiempo a ponerla tú mismo. Entonces cierras los ojos, ves estrellas y es cuando tropiezas y caes. Dan ganas de no levantarse, quedarse allí en el suelo, quietito, para que la mala suerte, el infortunio, el error, la derrota, la sorna y el desdén no volteen a verte (estas entidades invisibles nunca miran hacia abajo, son presencias que sólo saben mirar derecho a tus ojos) y así poder ir pasando este mal día. En estos días, sólo los espejos son un oasis, mostrándote el mundo paralelo que transcurre en silenciosa paz en su dimensión interna virtual, pura y cristalina. Ciertos seres mágicos, livianos, luminosos, puros y etéreos pueden atravesar el cristal de los espejos cuantas veces quieran, para ir de un mundo a otro según les convenga y así salirse de un mal día. Lo intento y veo que no puedo. Y me quedo quietito, esperando la noche para que acabe con este día...


Otros tiempos, otros lugares... (XII)




miércoles, agosto 11, 2010

Drama doméstico



   ¡Cómo que se acabó el vino?!!!






                                                                 ¡¡$%#&?¡¿>$%&xyz;?!#%%&&jkh;!!!

domingo, agosto 01, 2010

Aisha - Para no olvidar la barbarie


La estatua mutilada, que ahora siempre me va a recordar a la barbarie en el rostro de Aisha, está en el Parque Nicolás Avellaneda, en Buenos Aires, Argentina.

Me impresionó tiempo atrás ver la estatua mutilada y más me conmovió ver la mutilación cruel en el hermoso rostro de Aisha, una joven de 18 años condenada por los estatutos talibanes a vivir sin nariz ni orejas tras intentar huir de su esposo, quien la maltrataba.  Lo supe, gracias a los blogs amigos de Amelia (http://elsignodelalibertad.blogspot.com/) y de Graciela Bello (http://gracielabello-art.blogspot.com/) de donde tomé la tapa de Time y el comentario. Gracias Graciela y Amelia por no dejarnos olvidar de la brutalidad de que es capaz el ser humano.

Otros tiempos, otros lugares... (XI)